Razón – 40
Cuán
derrotadas
mis hurganzas laicas,
mis deseos de ser
razón
vidriante,
mis marxismos.
El mismo
niño
añón
hoy
sigo siendo
a los cuarenta pares
del gran toro;
el mismo pequeñín
arrodillado
ante los presbiterios,
las urracas.
El mismo sacristán
de los menjunjes
ácimos,
el que iba a Dios
como a su propia casa.
¿Para qué mis andares
al Oriente?
¿Para qué
fui a tu amor
una mañana
brusca
acuchillada?
El círculo se cierra
donde me comenzaba:
niñón he de morir
niñón de marras.
Juan Gonzalo Rose, “Razón – 40”, Obra poética