El destructor
En las clínicas psiquiátricas se amontonan los casos de pacientes que han sufrido un ataque al desempaquetar un frasco de perfume, una caja de bombones o al abrir un paquete de pitillos, y ahora me dedico a estudiar el caso de un joven vecino mío, que comía el duro pan ganado como recensor de libros, pero que ahora no puede ejercer su profesión porque no podía deshacer el nudo de la cuerda que sujetaba los paquetitos y que, a pesar de que le era necesario hacer aquel esfuerzo, no conseguía romper la espesa capa de papel engomado con la que está unida el papel de envolver. El joven daba la impresión de estar trastornado y llegó a hacer las críticas sin leer los libros y a dejar los paquetes sin desenvolver en su biblioteca. Dejo a la fantasía del lector el figurarse las consecuencias que puede traer a nuestra vida intelectual semejante caso.
Heinrich Böll, “El destructor” en Los silencios del Dr. Murke